lunes, 11 de septiembre de 2017

VOCABLOS Y COSTUMBRES DE LOS SESENTA

Quizás a propósito de la llegada de septiembre, que nos recuerda la chilenidad, Luis Flores Olave se ha inspirado en escribir algo de la historia de su tiempo en Cañete, a la que ya debieramos denominar "EX Ciudad Histórica", ante el abandono de sus tradiciones y permanente destrucción de su patrimonio, sin tener conciencia alguna principalmente por las autoridades que nos han regido los últimos 20 años.

Por Luis Flores Olave
Hace pocos días me llamó por teléfono mí querido, amigo y colega Carlos Jerez Salgado, desde Curanilahue,  para preguntarme si había escrito algo sobre algunas antiguas profesiones y personajes con quienes ambos, en más de alguna ocasión, habíamos interactuado. Debo reconocer que este hecho gatilló varios recuerdos algo perdidos en el tiempo y que tiene relación con lo vivo del lenguaje y otras yerbas.

En la población Santa Clara de Cañete se realizaban, entre los sesenta y setenta y tantos, largas reuniones de amigos que adoptaron un lenguaje particular, con términos extraídos de diversas lenguas y adaptadas por los usuarios.

Carlos Flores, a quien universalmente se conoció como “Charles”, que era como el capitán del grupo, era él que más ofrecía términos al curioso diccionario; por ejemplo, era dado llamar a los demás “buchales”, seguramente arrancado del mapudungun, huichal (ser aliados), por lo que era común saludarse del tal manera ¡Hola buchal!, ¡Que tal buchal!, ¡Cómo estás buchal!, por supuesto que los más chicos eran los “buchalitos”.

Me acuerdo, como si fuera hoy que “Betote” Arévalo, para distinguirse del resto de este tipo de denominaciones comenzó a llamar a sus amigos “criminales de guerra”. Era, entonces, de uso público su saludo ¡Hola criminal de guerra! ¡Cómo estás puh criminal de guerra!. Como la acepción era un poco larga, mi primo Carlos Flores (Charles) la dejó solo en “Criminal”. Se usó, en el sector, por bastante tiempo.

INVITADO A UN PAPEO
De esta idea nacieron muchas acepciones que aún en algunos lugares están en uso y sobreviven o han regresado. Ir a una comida era ir a un “papeo”, (que viene de papa) dado que por ser un elemento de bajo costo, casi todo lo que hacía el grupo en este sentido iba con muuuuuuucha papa de agregado. Posteriormente se fueron agregando elementos que hacían variar el significado, por ejemplo si la comilona era con bastante carne, uno que otro tinto y ensaladas, ya era un “papeo pesado”. O sea una diferencia sustancial.

En lo personal, fue la primera ocasión en que escuché el término “insigmilicupitre



” que al parecer es sinónimo de insignificante, que no sé de donde proviene; pero que era de uso común en la época.
Eran estos tiempos de malones, bailes de carnaval en la plaza de armas y mucho rock and roll, abundante coca cola y bebidas tan exquisitas como la guinda y piña de la empresa Nobis y que tenían la particularidad de traer en su interior una guinda, con la que luchábamos para que saliera y lo mismo sucedía con la Piña que traía un trocito de esta fruta y donde la bilz era de verdad en una botellita rugosa y donde su chispeante bebida acariciaba los labios.

PASANDO EL VERANO
Tiempos en que caminábamos en veranos al rio Tucapel, variando nuestras preferencias por los lugares, entre ellos “La piedra güacha” (O, simplemente, la güacha), frente al Fuerte Tucapel; el “Maule” bordeando el río hacia el norte; “El Chucao”, el más famoso de la época y “Matansawüe”, un poco más al norte.

Ocasiones en que no faltaba, para los más grandes el ponche de melón, y donde el envase era el mismo melón al que se le cortaba la punta donde antes estaba la guía, extraía las pepas y se echaba allí el chacolí. Actualmente se conoce como “Melvi” (melón con vino). También era posible llevar una enorme sandía bajo el brazo. Bueno, al final a muchos se nos quedó la sandía puesta bajo la camisa. Resultados de esa hermosa época.

En lo léxico, mi primo Carlos Flores (Charles) inmortalizó, en esa época, otro apelativo “fardo de piojos” que podría interpretarse hoy como amigo (aunque no era sinónimo de hue..n). Como los tradicionales en la reunión de cada tarde o fin de semana ya conocían la afición de Charles de buscar términos curiosos, se reían de buena gana con su uso, por lo que todos terminaban usándolo.
“¡Cómo estás fardo de piojos!” saludaba casi siempre. Aunque con el tiempo la acepción al igual que la de Betote, sufrió una disminución y quedó solo en “fardo”. Por lo cual, todos sus amigos y nosotros mismos terminamos siendo llamados así y fue de uso común.

NADANDO EN EL RIO TUCAPEL
Charles era muy aficionado al nado en el río Tucapel o donde fuera que hubiese agua, por lo que era común seguirlo (porque eran mayores) para verlo surcar las aguas con Luis Sanhueza Flores, un primo que trabajó un tiempo en la CORA y luego se fue a Santiago para ingresar a carabineros y a quién no he vuelto a ver desde finales de los sesenta. Integraba este mismo grupo un amigo común de apellido Ávila, a quien cariñosamente decíamos “Chocoso” y que gustaba de tenderse en las tranquilas aguas del río en el recodo del “Chucao” y pasar allí horas sin moverse, ni hundirse, parecía no respirar.

Este amigo, Ávila, fue a la primera persona que vi salir a trotar todas las tardes, desde su casa en calle Uribe, pasando por la población a través de lo que hoy es la Avenida Eduardo Frei y perderse rumbo a la Escuela Granja, (hoy Liceo Alonso de Ercilla). En aquella época era muy complicado realizar esta actividad dado que la ruta era de piedra de huevillo, aunque un poco más suave por la caletera de tierra que corría por el lado de la población Cañete Limitada.

BULLING
Recuerdo que cuando querían indicar a alguna persona que era feo (porque en esa época no se conocía el bulling) era común decirle “injerto de mono con rana”, denominación que como todas anteriores sufría la perdida de palabras y quedó finalmente en “injerto”.

Eran, esos los años donde uno no se subía los puños de la camisa, simplemente se “arremangaba”, que viene de remangar, actualmente nos hemos aficionado durante los veranos al uso de poleras, por lo que no es necesario. Antiguamente era de uso natural, sobre todo cuando había que dirimir una disputa, rencilla desavenencia o simplemente ponerse de acuerdo en algo.

Lamentablemente de esa época donde apenas conocíamos las cámaras fotográficas no nos ha permitido tener o rescatar un registro fotográfico de los muchos acontecimientos jocosos que podían existir, solo nuestro recuerdo. Además los fotógrafos existentes como don Timoteo Salazar que tenía su centro de trabajo en la plaza de armas, sector frente al kiosco o el Sr. Moreno que atendía en Calle Mariñan no salían a terreno. Nadie hablaba de selfies, ni nada parecido.

Bueno, todo esto viene a partir de algunas palabras curiosas que se empleaban y donde otras eran prácticamente desconocidas. La mayoría ha quedado perdida en el olvido del tiempo, sepultada por el polvo inconmensurable del pretérito. Eran otros tiempos, tiempos de compartir frente a frente, de reír por cosas simples y de mucho correr al aire libre y los campos aledaños, de amistad sincera y de rencillas que duraban poco tiempo.

CAMPEONATO DE LOS BARRIOS
Eran los tiempos en que vibrábamos con los campeonatos de fútbol de los barrios, asociación de la cual Carlos Flores (Charles) era secretario y en la lectura de sus actas aprendí el secreto de su redacción, era el tiempo del glorioso “Huracán” que representaba a nuestro sector y que luchaba en estos torneos de verano con Estadio, Barrio Matadero, Plaza Caupolicán, Pedro de Valdivia y otros célebres. Si me lo preguntan eran organizaciones que no conocían que medio siglo después, todo lo financiaría la Municipalidad.

Eran tiempos donde las actividades se financiaban con la cuota de inscripción de los modestos clubes de barrios y donde cada jugador ponía su aporte, en partes iguales, para la compra de las camisetas y pantalones de fútbol, las medias las llevaba cada cual y los “chueteadores” obviamente negros y de largos cordones donde había que ser experto para “amarrarlos” al tobillo. Las marcas preferidas fueron “Tigre” y “Alonso”, dos clases diferentes, la primera popular y la segunda para una elite. Recuerdo que como buen hijo de zapatero, me fabriqué los míos, no me quedaron muy buenos; pero, jugué varios partidos.

En Campeonato de los Barrios, murió como muere todo lo que no tiene apoyo y donde los escasos recursos que se lograba reunir, finalmente no fueron suficientes para mantenerlo. Sin embargo, en la segunda mitad de los setenta nació, tras idea de don Oscar Vidal, “El campeonato de Juntas Vecinales” y donde la Junta de Vecinos Nº 6 “El Esfuerzo” y un grupo de jóvenes del sector tiene gran participación. (Pero esa es otra historia).

EL FLECHA VERDE
Era una época, donde nadie era “atarantado” el tiempo pasaba con calma, al ritmo de los Buses Benítez que hacían sus primeros viajes a Concepción, toda una hazaña para la época y hacía Lebu, los de Quilodrán y creo que también suena el apellido Fonti. Época inmemorable de la famosa y nunca olvidada “Raspa”; esa misma de la que de tanto colgarme en su escalera trasera, una vez, al querer bajarme, me saqué la “mugre” frente a El Ronce, dando con toda mi humanidad en la calzada que era de piedra de huevillo. Tiempos en que apareció el “Flecha Verde” inaugurando la ruta a Santiago. Decía el comentario popular que estos buses pertenecían a la esposa del entonces presidente Eduardo Frei Montalba (vaya uno a saber si era cierto, solo que el pueblo lo decía).

El “Fecha Verde” era como los “Tur Bus” de hoy. O sea lo mejorcito y los que corrían más rápido, por lo que el nombre de la empresa pasó a ser sinónimo de rapidez, aunque el pueblo le dio una denominación jocosa, al que andaba ligeramente mal “olorosito” o derechamente fuerte, se le decía: “Puchas, andai más juerte que el Fecha Verde”.

Se me quedan varias anécdotas para otra ocasión. Esa misma de colgarse en la escalera trasera de la “Raspa” y que, no era yo el único que lo hacía, aunque el resto con mejor suerte. Un abrazo para todos y aunque no todo tiempo pasado fue mejor, al recordarlo es sumamente entretenido.

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