Hacía tiempo que no salía de
compras por Cañete, así es que me puse generoso, revisé mis bolsillos, conté
mis ahorros, saqué cuentas y decidí darme una vuelta por las tiendas, “mercerías”
y “despachos” de la ciudad. Siempre se ha dicho que comprar es una buena
terapia, aunque recuerdo que mis abuelos y padres lo hacían para que nosotros
no tuviéramos hambre o no pasáramos frío.
El día estaba un poco frio y por
las calles caminaba poca gente, la mayoría lo hacía enfundado en gruesas ropas,
gorros de variadas formas y llamativos colores. No tuve la ocasión de saludar a
nadie, porque nadie miraba para poder hacerlo y los más se desplazaban mirando
una de sus manos y con los dedos de la otra realizaban un extraño ritual como
dando golpecitos en ella. Otros reían solos, hacían muecas extrañas y me
llamaron la atención varios que pasaron hablando solos.