Quizás a propósito de la llegada de septiembre, que nos recuerda la
chilenidad, Luis Flores Olave se ha inspirado en escribir algo de la historia
de su tiempo en Cañete, a la que ya debieramos denominar "EX Ciudad
Histórica", ante el abandono de sus tradiciones y permanente destrucción
de su patrimonio, sin tener conciencia alguna principalmente por las
autoridades que nos han regido los últimos 20 años.
Por Luis Flores Olave
En la población Santa Clara de Cañete se realizaban, entre los
sesenta y setenta y tantos, largas reuniones de amigos que adoptaron un
lenguaje particular, con términos extraídos de diversas lenguas y
adaptadas por los usuarios.
Carlos Flores, a quien universalmente se conoció como “Charles”, que
era como el capitán del grupo, era él que más ofrecía términos al
curioso diccionario; por ejemplo, era dado llamar a los demás
“buchales”, seguramente arrancado del mapudungun, huichal (ser aliados),
por lo que era común saludarse del tal manera ¡Hola buchal!, ¡Que tal
buchal!, ¡Cómo estás buchal!, por supuesto que los más chicos eran los
“buchalitos”.
Me acuerdo, como si fuera hoy que “Betote” Arévalo, para distinguirse
del resto de este tipo de denominaciones comenzó a llamar a sus amigos
“criminales de guerra”. Era, entonces, de uso público su saludo ¡Hola
criminal de guerra! ¡Cómo estás puh criminal de guerra!. Como la
acepción era un poco larga, mi primo Carlos Flores (Charles) la dejó
solo en “Criminal”. Se usó, en el sector, por bastante tiempo.
INVITADO A UN PAPEO
En lo personal, fue la primera ocasión en que escuché el término “insigmilicupitre
” que al parecer es sinónimo de insignificante, que no sé de donde proviene; pero que era de uso común en la época.
Eran estos tiempos de malones, bailes de carnaval en la plaza de
armas y mucho rock and roll, abundante coca cola y bebidas tan
exquisitas como la guinda y piña de la empresa Nobis y que tenían la
particularidad de traer en su interior una guinda, con la que luchábamos
para que saliera y lo mismo sucedía con la Piña que traía un trocito de
esta fruta y donde la bilz era de verdad en una botellita rugosa y
donde su chispeante bebida acariciaba los labios.
PASANDO EL VERANO
Tiempos en que caminábamos en veranos al rio Tucapel, variando
nuestras preferencias por los lugares, entre ellos “La piedra güacha”
(O, simplemente, la güacha), frente al Fuerte Tucapel; el “Maule”
bordeando el río hacia el norte; “El Chucao”, el más famoso de la época y
“Matansawüe”, un poco más al norte.
Ocasiones en que no faltaba, para los más grandes el ponche de melón,
y donde el envase era el mismo melón al que se le cortaba la punta
donde antes estaba la guía, extraía las pepas y se echaba allí el
chacolí. Actualmente se conoce como “Melvi” (melón con vino). También
era posible llevar una enorme sandía bajo el brazo. Bueno, al final a
muchos se nos quedó la sandía puesta bajo la camisa. Resultados de esa
hermosa época.
En lo léxico, mi primo Carlos Flores (Charles) inmortalizó, en esa
época, otro apelativo “fardo de piojos” que podría interpretarse hoy
como amigo (aunque no era sinónimo de hue..n). Como los tradicionales en
la reunión de cada tarde o fin de semana ya conocían la afición de
Charles de buscar términos curiosos, se reían de buena gana con su uso,
por lo que todos terminaban usándolo.
“¡Cómo estás fardo de piojos!” saludaba casi siempre. Aunque con el
tiempo la acepción al igual que la de Betote, sufrió una disminución y
quedó solo en “fardo”. Por lo cual, todos sus amigos y nosotros mismos
terminamos siendo llamados así y fue de uso común.
NADANDO EN EL RIO TUCAPEL
Charles era muy aficionado al nado en el río Tucapel o donde fuera
que hubiese agua, por lo que era común seguirlo (porque eran mayores)
para verlo surcar las aguas con Luis Sanhueza Flores, un primo que
trabajó un tiempo en la CORA y luego se fue a Santiago para ingresar a
carabineros y a quién no he vuelto a ver desde finales de los sesenta.
Integraba este mismo grupo un amigo común de apellido Ávila, a quien
cariñosamente decíamos “Chocoso” y que gustaba de tenderse en las
tranquilas aguas del río en el recodo del “Chucao” y pasar allí horas
sin moverse, ni hundirse, parecía no respirar.
Este amigo, Ávila, fue a la primera persona que vi salir a trotar
todas las tardes, desde su casa en calle Uribe, pasando por la población
a través de lo que hoy es la Avenida Eduardo Frei y perderse rumbo a la
Escuela Granja, (hoy Liceo Alonso de Ercilla). En aquella época era muy
complicado realizar esta actividad dado que la ruta era de piedra de
huevillo, aunque un poco más suave por la caletera de tierra que corría
por el lado de la población Cañete Limitada.
BULLING
Recuerdo que cuando querían indicar a alguna persona que era feo
(porque en esa época no se conocía el bulling) era común decirle
“injerto de mono con rana”, denominación que como todas anteriores
sufría la perdida de palabras y quedó finalmente en “injerto”.
Eran, esos los años donde uno no se subía los puños de la camisa,
simplemente se “arremangaba”, que viene de remangar, actualmente nos
hemos aficionado durante los veranos al uso de poleras, por lo que no es
necesario. Antiguamente era de uso natural, sobre todo cuando había que
dirimir una disputa, rencilla desavenencia o simplemente ponerse de
acuerdo en algo.
Lamentablemente de esa época donde apenas conocíamos las cámaras
fotográficas no nos ha permitido tener o rescatar un registro
fotográfico de los muchos acontecimientos jocosos que podían existir,
solo nuestro recuerdo. Además los fotógrafos existentes como don Timoteo
Salazar que tenía su centro de trabajo en la plaza de armas, sector
frente al kiosco o el Sr. Moreno que atendía en Calle Mariñan no salían a
terreno. Nadie hablaba de selfies, ni nada parecido.
Bueno, todo esto viene a partir de algunas palabras curiosas que se
empleaban y donde otras eran prácticamente desconocidas. La mayoría ha
quedado perdida en el olvido del tiempo, sepultada por el polvo
inconmensurable del pretérito. Eran otros tiempos, tiempos de compartir
frente a frente, de reír por cosas simples y de mucho correr al aire
libre y los campos aledaños, de amistad sincera y de rencillas que
duraban poco tiempo.
CAMPEONATO DE LOS BARRIOS
Eran los tiempos en que vibrábamos con los campeonatos de fútbol de
los barrios, asociación de la cual Carlos Flores (Charles) era
secretario y en la lectura de sus actas aprendí el secreto de su
redacción, era el tiempo del glorioso “Huracán” que representaba a
nuestro sector y que luchaba en estos torneos de verano con Estadio,
Barrio Matadero, Plaza Caupolicán, Pedro de Valdivia y otros célebres.
Si me lo preguntan eran organizaciones que no conocían que medio siglo
después, todo lo financiaría la Municipalidad.
Eran tiempos donde las actividades se financiaban con la cuota de
inscripción de los modestos clubes de barrios y donde cada jugador ponía
su aporte, en partes iguales, para la compra de las camisetas y
pantalones de fútbol, las medias las llevaba cada cual y los
“chueteadores” obviamente negros y de largos cordones donde había que
ser experto para “amarrarlos” al tobillo. Las marcas preferidas fueron
“Tigre” y “Alonso”, dos clases diferentes, la primera popular y la
segunda para una elite. Recuerdo que como buen hijo de zapatero, me
fabriqué los míos, no me quedaron muy buenos; pero, jugué varios
partidos.
En Campeonato de los Barrios, murió como muere todo lo que no tiene
apoyo y donde los escasos recursos que se lograba reunir, finalmente no
fueron suficientes para mantenerlo. Sin embargo, en la segunda mitad de
los setenta nació, tras idea de don Oscar Vidal, “El campeonato de
Juntas Vecinales” y donde la Junta de Vecinos Nº 6 “El Esfuerzo” y un
grupo de jóvenes del sector tiene gran participación. (Pero esa es otra
historia).
EL FLECHA VERDE
Era una época, donde nadie era “atarantado” el tiempo pasaba con
calma, al ritmo de los Buses Benítez que hacían sus primeros viajes a
Concepción, toda una hazaña para la época y hacía Lebu, los de Quilodrán
y creo que también suena el apellido Fonti. Época inmemorable de la
famosa y nunca olvidada “Raspa”; esa misma de la que de tanto colgarme
en su escalera trasera, una vez, al querer bajarme, me saqué la “mugre”
frente a El Ronce, dando con toda mi humanidad en la calzada que era de
piedra de huevillo. Tiempos en que apareció el “Flecha Verde”
inaugurando la ruta a Santiago. Decía el comentario popular que estos
buses pertenecían a la esposa del entonces presidente Eduardo Frei
Montalba (vaya uno a saber si era cierto, solo que el pueblo lo decía).
El “Fecha Verde” era como los “Tur Bus” de hoy. O sea lo mejorcito y
los que corrían más rápido, por lo que el nombre de la empresa pasó a
ser sinónimo de rapidez, aunque el pueblo le dio una denominación
jocosa, al que andaba ligeramente mal “olorosito” o derechamente fuerte,
se le decía: “Puchas, andai más juerte que el Fecha Verde”.
Se me quedan varias anécdotas para otra ocasión. Esa misma de
colgarse en la escalera trasera de la “Raspa” y que, no era yo el único
que lo hacía, aunque el resto con mejor suerte. Un abrazo para todos y
aunque no todo tiempo pasado fue mejor, al recordarlo es sumamente
entretenido.
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