
El día estaba un poco frio y por
las calles caminaba poca gente, la mayoría lo hacía enfundado en gruesas ropas,
gorros de variadas formas y llamativos colores. No tuve la ocasión de saludar a
nadie, porque nadie miraba para poder hacerlo y los más se desplazaban mirando
una de sus manos y con los dedos de la otra realizaban un extraño ritual como
dando golpecitos en ella. Otros reían solos, hacían muecas extrañas y me
llamaron la atención varios que pasaron hablando solos.